El público examina minuciosamente un imperdible común y corriente. Se toma prestado un anillo en el dedo. Entonces… justo frente a sus ojos, de cerca y en persona, los dos objetos se funden imposiblemente entre sí. Adentro y afuera una y otra vez. Como un cuchillo al rojo vivo a través de mantequilla tibia. A tus órdenes, a centímetros de su cara, visualmente derrites fibras a través de fibras de maneras cada vez más inexplicables. Luego, tan rápido como cambia el viento, ya no penetran. Se entregan instantáneamente a la audiencia para que los examine que ha quedado sin palabras. «Esto no es CGI», tienes que decirles. Esto es magia. Esto… es una metralleta para su mente.